La digitalización es solo una parte de la nueva era industrial. La estrategia cambia la perspectiva: emerge un nuevo paradigma socio- productivo que pone foco en el impacto humano.
Cuando hablamos de la Industria 4.0, remarcamos el hecho de que nunca existieron niveles tan altos de intercomunicación e intercambio de datos. Es la era de la “siliconización” y “digitalización” del mundo, con grandes empresas tecnológicas basándose en algoritmos e inteligencia para crear desarrollos que modifican radicalmente la vida de las personas y los consumidores. Los modelos “todo como servicio” emergen por doquier con este marco y tecnologías como nube, 5G, robótica e internet de las cosas cambian la dinámica de industrias y economías enteras.
A partir del auge de la digitalización en la sociedad, se producen importantes cambios socio-tecnológicos que exigen -asimismo- una respuesta por parte de la industria. La convergencia de tecnologías disruptivas modifican radicalmente las prácticas usuales de operación, mantenimiento, logística y distribución. Se optimizan recursos y procesos y se crean productos y servicios alineados con las necesidades reales del mercado. Pero toda esta enorme transformación, supera con creces los aspectos tecnológicos, dado que tiene consecuencias entre los distintos actores que conforman el ecosistema socio-productivo, lo que supone un cambio de paradigma.
En este sentido, es interesante destacar el modelo de “doble anillo” para pensar la Industria 4.0. Esta metáfora condensa los habilitadores tecnológicos por un lado y el pensamiento estratégico por el otro. El nivel estratégico o “anillo estratégico” contiene los factores clave para generar el contexto adecuado. El nivel práctico-tecnológico o “anillo tecnológico” está compuesto por las tecnologías que habilitan el desarrollo industrial innovador. Es en la combinación de ambos niveles donde encontramos la visión holística del ecosistema 4.0.
Lo que subyace a este concepto es que las tecnologías son la herramienta que habilita nuevas posibilidades, desarrollos, economías y modelos de negocios que no eran posibles antes de que ellas emergieran, sin embargo, no sirven por sí mismas si no tienen un marco estratégico, un para qué. Lo que es menester destacar es que ese objetivo es humano. Si la industria 4.0 implica un cambio de paradigma, esa transformación socio-tecnológica pone en el centro a las personas.
La interconexión en tiempo real de enormes volúmenes deben ser administrados y gestionados pero desde una mirada holística, que sea capaz de ver los esquemas de causa-efecto interrelacionados. La empatía, el pensamiento colectivo y la visión colaborativa son partes esenciales de esta nueva visión, donde es necesario construir relaciones de confianza entre personas, empresas, instituciones y con clientes y proveedores.
La pandemia fue de alguna manera el impulso para entender esta perspectiva. Sí por un lado aceleró los procesos de digitalización también mostró todas nuestras fragilidades y debilidades. Puso en evidencia la necesidad de repensar los vínculos humanos que dan forma a las sociedades y el ecosistema productivo.
La visión de la Industria 4.0 exige cambiar de mentalidad y poner el foco en más aspectos que van más allá de lo comercial o lo técnico: la búsqueda es hacia actividades más sustentables, simples y con una idea de ecosistema vivo, donde la tecnología es solo una parte de todo el engranaje.
Julio Cesar Blanco – 1 de noviembre del 2022