Uno de los principales debates que deja el Mundial de Catar 2022 no tiene que ver con quién fue el mejor jugador del torneo, cuál fue el equipo más competitivo ni qué selección mereció más de lo que obtuvo, sino con la cada vez más notoria incidencia de la transformación digital en el mundo del deporte. Si bien el VAR semiautomático capturó todas las miradas, por su impacto directo en muchos de los resultados, la inteligencia artificial (IA) y la analítica de datos se están consolidando en el mundo del fútbol también como parámetros de planificación, entrenamiento y evaluación de desempeño de los diferentes equipos.
De hecho, entre las novedades anunciadas por la FIFA, para este torneo se había anunciado que por primera vez los deportistas -y sus cuerpos técnicos- tendrían acceso a las estadísticas avanzadas generadas por los sistemas oficiales de la entidad rectora del fútbol mundial para verificar su desempeño durante el partido. Cada movimiento, bajo la lupa La propia FIFA armó una estructura de 25 analistas de datos por partido con capacidad para registrar hasta 15 mil datos en los 90 minutos de juego (que en promedio fueron más de 100 por partido, considerando la otra gran novedad que tuvo este Mundial: los tiempos adicionados inusualmente extensos). Cada selección, por su parte, pudo contar con hasta nueve analistas de video ubicados en la parte superior de los estadios, con la posibilidad de enviar contenidos en tiempo real y hasta disponer de antenas GPS al lado del banco de suplentes.
Este es un paso democratizador para que todas las selecciones puedan acceder de alguna manera a un elemento clave para la competencia, al que algunas pocas ya lo vienen haciendo desde hace tiempo. Por ejemplo, se sabe que el conjunto alemán utilizó en Rusia 2018 análisis de video para detectar debilidades en sus oponentes. Considerando que desde entonces el poderoso conjunto teutón -cuatro veces campeón del mundo, cuatro veces subcampeón y cuatro veces tercer puesto- fue eliminado en primera fase tanto en ese campeonato como en este, se entiende que el gran desafío no consiste en acumular datos, sino en desarrollar la capacidad de generar modelos capaces de interpretar y lograr insights a partir de ellos. Los avances tecnológicos en internet de las cosas (IoT) nos permiten dotar hoy tanto a los deportistas como a los elementos de juego (las pelotas, los arcos, las líneas laterales) con sensores que capturen todo tipo de datos: desde la velocidad a la que corre un delantero hasta la fuerza con que le pega a la pelota un defensor, desde los kilómetros recorridos por el jugador con mejor rendimiento físico hasta los pases errados que entrega un volante o la dirección elegida por el pateador estrella para ejecutar sus penales.
¿El fin de la intuición? La lista no tiene límites e incluye, además de cuestiones específicas del desempeño de los jugadores propios, aspectos climáticos que podrían influir en el juego, comportamientos y hábitos de los rivales, el estado del terreno o incluso la salud de los deportistas, este último ítem fundamental para la prevención de lesiones.
La IA y las herramientas analíticas nos ayudan a convertir todo eso en estrategia: el armado de equipos con aquellos que estén mejor física y anímicamente o la elaboración de estrategias exclusivas para cada partido apoyadas en las fortalezas propias y las debilidades ajenas. Hasta hace no mucho, los técnicos observaban cientos de videos de los partidos de su equipo y de sus rivales y utilizaban su experiencia, sus conocimientos y sus apreciaciones personales -incluyendo una fuerte dosis de intuición- para crear esa “jugada de pizarrón” que sería capaz de llevar al equipo a la victoria. ¿Habrá llegado el momento en que los datos, atravesados por el algoritmo correcto de IA y con esa dosis de infalibilidad que proporcionan, cumplan un rol esencial para convertir goles en el arco contrario y evitarlos en el propio?